EE UU: El secreto del éxito de Donald Trump
Escribió: George Lakoff en Social Europe Journal
Donald Trump va ganando las
primarias presidenciales a un ritmo tal que parece probable que se convierta en
el próximo candidato designado por los republicanos y acaso en el próximo
presidente. Los demócratas escasamente llegan a comprender por qué va ganando,
y ganando cómodamente, y hay incluso muchos republicanos que no pueden
verle como republicano y tratan de pararle, pero no saben cómo. Hay diversas
teorías: la gente está furiosa y él habla dirigiéndose a su ira. La gente no
tiene al Congreso en gran concepto y quiere a alguien que no sea político.
Ambas cosas pueden ser verdad. Pero ¿por qué? ¿Cuáles son los detalles? Y ¿por
qué Trump?
Mucha gente está desconcertada. Parece como si hubiera salido de ninguna parte.
Sus posiciones sobre distintos temas no parecen ajustarse a un molde común.
Le gusta la planificación familiar, la Seguridad Social y Medicare, algo que no
son posturas republicanas convencionales. Los republicanos odian las
expropiaciones (que el gobierno se quede con la propiedad privada) y les encanta
el acuerdo comercial [transpacífico] del TTP (Trans-Pacific Partnership), pero
él mantiene un punto de vista contrario en ambos casos. No es religioso y
desprecia las prácticas religiosas, pero a los evangelistas (es decir, a los
evangelistas blancos) les encanta. Cree que los seguros de salud y las empresas
farmacéuticas, así como los contratistas militares, están teniendo unos
beneficios excesivos y eso quiere cambiarlo. Insulta a sectores de votantes
importantes, por ejemplo, los latinos, cuando la mayoría de los republicanos
trata de cortejarlos. Quiere deportar a once millones de inmigrantes sin
papeles y cree que puede conseguirlo. Quiere impedir la entrada de musulmanes
en el país. ¿Qué está pasando?
La respuesta exige decir algo acerca del trasfondo que hasta la fecha no se ha
debatido en los medios.
Un poco de trasfondo…
Yo trabajo en ciencias cognitivas y del cerebro. En la década de 1990, me
propuse responder a una pregunta dentro de mi campo: ¿Cómo se conjugan las
diversas posiciones de conservadores y progresistas? Tomemos el caso del
conservadurismo: ¿Qué tiene que ver estar contra el aborto con poseer armas?
¿Qué tiene que ver poseer armas con negar la realidad del calentamiento global?
¿Cómo encaja estar contra el intervencionismo gubernamental con querer unas
fuerzas armadas más poderosas? ¿Cómo se puede ser antiabortista y partidario de
la pena de muerte? Los progresistas tienen puntos de vista opuestos. ¿Cómo se
conjugan ambas opiniones?
La respuesta la proporcionaba darse cuenta de que tendemos a comprender el país
metafóricamente en términos familiares. Tenemos Padres Fundadores. Enviamos a
nuestros hijos e hijas a la guerra. Disponemos de seguridad interna doméstica
(homeland security). Las opiniones conservadoras y progresistas que dividen
nuestro país se pueden entender de manera inmediatísima en términos de formas
de ver la vida que se resumen en dos modos muy diferentes de vida familiar: la
familia del Padre Nutricio (progresista) y la familia del Padre Estricto
(conservador).
¿Qué tienen que ver las cuestiones sociales y la política con la familia? Se
nos gobierna primeramente en nuestras familias, y crecemos comprendiendo las
instituciones de gobierno en términos de sistemas de gobierno familiares.
En la familia del padre estricto, el padre es el que más sabe. Sabe distinguir
el bien del mal y goza de la autoridad última para asegurarse de que sus hijos
y su cónyuge hacen lo que él dice, que se supone que es lo correcto. Muchos
cónyuges conservadores aceptan esta forma de ver la vida, mantienen la
autoridad paterna, y son estrictos en ese terreno de la vida familiar que
tienen a su cargo. Cuando son desobedientes sus hijos, su deber moral consiste
en castigarlos de modo que les duela lo bastante como para que, con el fin de
evitar el castigo, le obedezcan (hagan lo correcto) y no sólo lo que les gusta
hacer. Se supone que mediante la disciplina física se volverán disciplinados,
fuertes en su interior, y capaces de prosperar en el mundo exterior. ¿Y qué
pasa si no prosperan? Eso significa que no son disciplinados y, por lo tanto,
que no pueden ser morales y así pues se merecen su pobreza. Este razonamiento
aparece en la política conservadora en la que los pobres son considerados unos
vagos indignos de nada y los ricos son merecedores de su riqueza. La
responsabilidad se entiende, pues, como responsabilidad personal, no social. En
que te conviertas depende sólo de ti, la sociedad nada tiene que ver en ello.
Eres responsable de ti mismo, no de los demás, que son responsables de sí
mismos.
Vencer e insultar
Como dijo el legendario entrenador de los Green Bay Packers, Vince Lombardi,
“Ganar no lo es todo, es lo único”. En un mundo gobernado por la
responsabilidad y la disciplina personales, los que ganan es que merecen ganar.
¿Por qué insulta públicamente Donald Trump a otros candidatos y dirigentes
políticos de forma despiadada? Muy sencillo, porque sabe que puede ganar en el
escenario de un concurso televisivo de insultos. A los ojos de los
conservadores estrictos, eso le convierte en un formidable candidato ganador
que merece ser un candidato ganador. La competición electoral se considera una
batalla. Los insultos que quedan se ven como victorias, victorias merecidas.
Consideremos la declaración de Trump según la cual John McCain no es un héroe
de guerra. Razonamiento: a McCain le derribaron [con su avión de combate sobre
Vietnam del Norte]. Héroes son los que ganan. Derrotan a los grandullones malos
y a ellos no les derriban. La gente a la que derriban, dan palizas y meten en
una jaula [como le sucedió a McCain durante su cautiverio en Vietnam] son
perdedores, no ganadores.
La jerarquía moral
La lógica del padre estricto se extiende hasta más allá. La idea básica es que
la autoridad se justifica por la moralidad (la versión del padre
estricto) y que en un mundo bien ordenado, tendría que haber (y
tradicionalmente ha habido ) una jerarquía moral en la que quienes han dominado
tradicionalmente deberían dominar. La jerarquía funciona así: Dios por encima
del Hombre, el Hombre por encima de la Naturaleza, los Disciplinados (Fuertes)
por encima de los Indisciplinados (Débiles), los Ricos por encima de los
Pobres, los Patronos por encima de los Empleados, los Adultos por encima de los
Niños, la cultura occidental por encima de otras culturas, Nuestro País por
encima de otros países.
La jerarquía se extiende a: los hombres por encima de las mujeres, los blancos
por encima de los no blancos, los cristianos por encima de los no cristianos,
los heterosexuales por encima de los gays.
Estas tendencias las vemos en la mayoría de los candidatos republicanos a la
presidencia, al igual que en Trump, y, en conjunto, se derivan de la visión del
mundo del padre estricto y de esta jerarquía.
La visión moral del mundo basada en la familia está muy asentada. Puesto que la
gente quiere ver que hace lo correcto y no lo equivocado, la visión moral del
mundo tiende a formar parte de la autodefinición, de quién eres en el sentido
más profundo. Y de ese modo tu visión moral del mundo define lo que tendría que
ser el mundo. Cuando las cosas no son de ese modo, uno puede acabar frustrado y
furioso.
Hay un cierto espacio de maniobra en la forma de ver la vida del padre estricto
y existen importantes variaciones. Una división de importancia es la que se
registra entre (1) cristianos evangelistas blancos, (2) conservadores de
“laissez-faire” del libre mercado, y (3) conservadores pragmáticos que no se
ciñen a creencias evangelistas.
Evangelistas blancos
Esos blancos que tienen una visión del mundo personal de un padre estricto y
que son religiosos tienden hacia el Cristianismo Evangelista, puesto que Dios,
en el Cristianismo Evangelista, es el Padre Estricto Definitivo: cumple Sus
mandamientos e irás al cielo; infringe Sus mandamientos y arderás en el
infierno para toda la eternidad. Si eres un pecador y quieres ir al cielo,
puedes ‘nacer de nuevo” declarando tu fidelidad al escoger a Su hijo,
Jesucristo, como Salvador personal.
Esa versión de la religión resulta natural para quienes mantienen una moralidad
de padre estricto. Los cristianos evangelistas se suman a la iglesia porque son
conservadores; no son conservadores porque resulte que están en una iglesia
evangelista, aunque puedan crecer con ambas cosas a la vez.
El cristianismo evangelista se centra en la vida familiar. De aquí que haya
organizaciones como Focus on the Family y constantes referencias e a los
“valores familiares” que se entiende han de ser valores evangelistas de padre
estricto. En la moralidad del padre estricto, es el padre estricto el que
controla la sexualidad y la reproducción. Allí donde la iglesia tiene control
político, hay leyes que requieren notificaciones de los padres o cónyuges en
caso de proponerse abortar.
Los evangelistas están muy bien organizados políticamente y ejercen control
sobre muchísimas de las contiendas políticas. Por tanto, los candidatos tienen
en su mayoría que alinearse con los evangelistas si quieren ser designados y
vencer en las elecciones locales.
Conservadores pragmáticos
Los conservadores pragmáticos, por otro lado, pueden no tener orientación
religiosa en absoluto. Por el contrario, puede que se preocupen primordialmente
de su propia autoridad personal, no de la autoridad de la iglesia o de Cristo,
o de Dios. Quieren ser padres estrictos en su propio terreno, con autoridad
primordialmente en lo que respecta a su propia vida. Así pues, puede ser que un
conservador joven, soltero — hombre o mujer — quiera mantener relaciones
sexuales sin tener que preocuparse por el matrimonio. Puede que necesite
anticonceptivos, asesoramiento en materia de enfermedades de transmisión
sexual, información sobre el cáncer de cuello del útero y así sucesivamente. Y
si una chica o una mujer se quedan embarazadas y no hay posibilidad o deseo de
matrimonio, puede hacerse necesario un aborto.
Trump es un conservador pragmático por excelencia. Y sabe que hay muchos
votantes republicanos que son como él en su pragmatismo. Hay una razón por la
que le gusta la planificación familiar. Hay muchos conservadores pragmáticos
jóvenes, solteros (o hasta casados), que puede que precisen de lo que ofrecen
los programas de planificación familiar, de forma barata y confidencial.
De forma parecida, los conservadores pragmáticos jóvenes o de mediana edad
quieren maximizar su propia riqueza. No quieren que les endosen la carga
financiera de cuidar de sus padres. La Seguridad Social y Medicare les dejan
libres de la mayoría de sus responsabilidades. Esa es la razón por la que
quiere conservar la Seguridad Social y Medicare.
Partidarios del “laissez-faire” del libre mercado
Las políticas del “establishment” conservador no sólo se han visto configuradas
por el poder político de los evangelistas blancos sino también por el poder
político de quienes intentan maximizar el libre mercado de “laissez-faire”, en
el que la gente más opulenta y las grandes empresas establecen reglas de
mercado que les favorecen con mínima regulación y aplicación del Estado. No ven
la imposición fiscal como una inversión en recursos destinados a proveer
públicamente a todos los ciudadanos sino como algo que el gobierno toma de sus
ganancias (propiedad privada suya), dinero que da, mediante programas del
Estado, a gente que no lo merece. Este es el origen de las opiniones acerca del
Estado de los republicanos del “establishment” contrarios a los impuestos y a
favor de gobiernos menos intervencionistas. Esta versión del conservadurismo
está absolutamente encantada con deslocalizar para aumentar los beneficios
enviando fábricas y muchos servicios al extranjero, donde la mano de obra es
barata, con el resultado de que los trabajos bien pagados se van de
Norteamérica y los salarios se ven impulsados a la baja. Puesto que dependen de
importaciones baratas, no estarían a favor de imponer elevados aranceles.
Pero Donald Trump no opera en sectores que fabriquen productos en el extranjero
para importarlos y subir el precio para conseguir más beneficios. Como
promotor, construye hoteles, casinos, edificios de oficinas, campos de golf.
Puede construirlos fuera del país con mano de obra barata, pero no los importa.
Además, se da cuenta de que la mayoría de pequeños propietarios de negocios de
Norteamérica se parecen más a él: empresas norteamericanas como tintorerías,
pizzerías, cafeterías, fontanerías, ferreterías, jardineros, contratistas,
lavacoches, y profesionales como arquitectos, abogados, médicos y enfermeras.
Los altos aranceles no parecen ser un problema.
Muchos hombres de negocios son conservadores pragmáticos. No les disgusta el
gobierno cuando éste actúa a su favor. Tomemos el caso de las expropiaciones.
Los republicanos las consideran un abuso por parte del Estado: el Estado se
apodera de la propiedad privada. Pero los promotores inmobiliarios
conservadores como Trump dependen de las expropiaciones para que las viviendas
y pequeños negocios de zonas en las que quieren construir puedan expropiarse a
fin de llevar a cabo sus planes como promotores. Todo lo que tienen que hacer
es conseguir que los funcionarios municipales estén de acuerdo, contribuyendo a
su campaña con aportaciones económicas y la promesa de aumentar los dólares de
los impuestos locales para que eso ayude a hacerse con derechos de
expropiación. Trump está señalando a Atlantic City, donde construyó su casino
recurriendo a expropiaciones para hacerse con la propiedad.
Si las empresas tienen que pagar las prestaciones de atención sanitaria de sus
empleados, lo que Trump querría es que pagaran lo menos posible para maximizar
los beneficios de las empresas en general. Querría, por tanto, que las empresas
farmacéuticas y de seguros de salud facturasen lo menos posible. Para
incrementar la competencia, desearía que las empresas de seguros ofrecieran
planes a escala nacional, evitando los intercambios por cuenta de los estados
del Obamacare (Affordable Care Act – Ley de Atención Asequible). Los
intercambios existen para maximizar la cobertura sanitaria de los ciudadanos y
ayudar a que la gente de pocos ingresos pueda tener cobertura, en lugar de
incrementar los beneficios de las empresas. Trump quiere, no obstante, mantener
el carácter obligatorio del Obamacare, algo que odian los conservadores del
“establishment”, puesto que lo consideran una extralimitación del Estado, que
obliga a la gente a adquirir un producto. No obstante, para Trump este carácter
imperativo hace aumentar el fondo de seguros y reduce los costes para las
empresas.
Causalidad directa versus causalidad sistémica
La causalidad directa se enfrenta a un problema por medio de la acción directa.
La causalidad sistémica reconoce que muchos problemas surgen del sistema en el
que se encuentran y que hay que enfrentarse a ellos por medio de la causalidad
sistémica. La causalidad sistémica tiene cuatro versiones: una cadena de causas
directas, causas directas que interactúan (o cadenas de causas directas),
bucles de retroalimentación y causas probabilísticas. . La causalidad
sistémica en el calentamiento global explica por qué el calentamiento global en
el Pacífico puede producir enormes tormentas de nieve en Washington D.C.: masas
de moléculas de agua enormemente activas se evaporan sobre el Pacífico, soplan
hacia el Noreste y por encima del Polo Norte y descienden en invierno sobre la
Costa Este y partes del medio Oeste en forma de masas de nieve. La causalidad
sistemática tiene cadenas de causas directas, causas que interactúan, bucles de
retroalimentación y causas probabilísticas, a menudo combinadas.
La causalidad directa es fácil de entender y parece estar representada en todas
las gramáticas de todos los idiomas del mundo. La causalidad sistémica es más
compleja y no aparece representada en la gramática de cualquier idioma. Hay que
aprenderla.
La investigación empírica ha mostrado que los conservadores tienden a razonar
con la causalidad directa y que los progresistas les gusta mucho más razonar
con una causalidad sistémica. Se cree que la razón es que, en el modelo del
padre estricto, el padre espera que el hijo o la esposa respondan directamente
a una orden y que negarse a ello debería castigarse lo más rápida y
directamente posible.
Mucha de las propuestas políticas de Trump se encuadran en términos de
causalidad directa.
Los inmigrantes de México nos desbordan — construyamos un muro con el fin de
pararlos. Y a todos los emigrantes que han entrado ilegalmente, pues deportémoslos…aunque
haya 11 millones de ellos trabajando en toda la economía y viviendo por todo el
país. La cura para la violencia de las armas consiste en tener un arma presta a
disparar directamente al que dispare. Para impedir que los puestos de trabajo
terminen en Asia, donde los costes laborales son más reducidos y cuyos
productos más baratos inundan aquí el mercado, la solución es directa: pongamos
onerosos aranceles a esos productos, de modo que sean más caros que los
fabricados aquí. Para ahorrar dinero de las farmacéuticas, hagamos que el mayor
consumidor — el Estado — acepte la oferta de precio más bajo. Si el Estado
Islámico gana dinero con el petróleo iraquí, enviemos tropas norteamericanas a
Irak para controlar el petróleo. Amenacemos a los dirigentes del EI asesinando
a sus familiares (aunque sea un crimen de guerra). Para extraer información de
los terroristas sospechosos, utilicemos la tortura por ahogamiento o métodos
incluso peores de tortura. Por si acaso pueden llegar unos cuantos sospechosos de
terrorismo con los refugiados musulmanes, no hay más que impedir la entrada de
musulmanes en el país. Todo esto tiene sentido para los que piensan en la
causalidad directa, pero no para quienes ven las inmensas dificultades y
consecuencias extremas de esas acciones debido a las complejidades de la
causalidad sistémica.
Corrección política
Hay al menos decenas de millones de conservadores en Norteamérica que comparten
la moralidad del padre estricto y su jerarquía moral. Muchos de ellos son
pobres o de clase media y muchos de ellos son hombres blancos que se consideran
superiores a los inmigrantes, a los que no son blancos o no son cristianos, a
los gays…y a la gente que depende de la asistencia social. Dicho de otro modo,
son lo que los liberales llamarían “intolerantes”. Ya hace muchos años
que esa intolerancia no resulta admisible en público, sobre todo a medida que
han ido llegando más inmigrantes, que el país se ha vuelto menos blanco, que
hay más mujeres formadas y dentro del mercado de trabajo y que los gays se han
vuelto más visibles y se ha ido aceptando el matrimonio homosexual. A medida
que las organizaciones liberales que luchan contra la intolerancia han venido
ruidosamente apuntando y convirtiendo en asunto público la naturaleza
antiamericana de esa intolerancia, esos conservadores se han sentido cada vez
más oprimidos por lo que llaman “corrección política”, la presión pública
contra sus opiniones y contra lo que consideran “libertad de palabra”. Esto se
ha vuelto algo exagerado desde el 11 de septiembre, cuando aparecieron fuertes
sentimientos en contra de los musulmanes. La elección del presidente Barack
Hussein Obama causó indignación entre esos conservadores y se negaron a
considerarle un legítimo norteamericano (como es el caso del movimiento de
los “birther” [que aducen que Obama no nació en los EE.UU.]), y mucho
menos una autoridad legítima, sobre todo cuando sus opiniones liberales
contradecían casi todo en lo que creen como conservadores.
Donald Trump expresa en voz alta todo lo que ellos sienten: con fuerza,
agresividad, con ira y sin vergüenza. Todo lo que tienen que hacer es apoyar y
votar a Trump y no tienen siquiera que expresar sus opiniones ‘políticamente
incorrectas’, puesto que ya lo hace él en su lugar, y sus victorias hacen
respetables esos puntos de vista. Él es su adalid, él les otorga un sentido de
respeto por sí mismos, de autoridad y de la posibilidad del poder.
Cuandoquiera que oigan las palabras “corrección política”, acuérdense de esto.
Biconceptuales
No hay término medio en la política norteamericana. Hay moderados, pero no hay
ideología de los moderados, no hay una ideología singular en la que puedan
ponerse de acuerdo todos los moderados. Un conservador moderado mantiene
algunas posturas progresistas en ciertas cuestiones, aunque varían de una
persona a otra. De forma similar, un progresista moderado mantiene algunas
posturas conservadoras en ciertas cuestiones, y de nuevo varían de una a otra
persona. En resumen, los moderados disponen de ambas visiones morales y
políticas del mundo, pero recurren principalmente a una de ellas. ¿Cómo pueden
convivir en el mismo cerebro al mismo tiempo?
Ambas se caracterizan en el cerebro por un circuito neuronal. Están ligadas por
un circuito común y corriente: la inhibición mutua. Cuando una se enciende, la
otra se apaga; cuando una se fortalece, la otra se debilita. ¿Qué es lo que las
enciende o apaga? El lenguaje que encaja con esa visión del mundo activa esa
visión, fortaleciéndola, a la vez que apaga la otra visión del mundo y la
debilita. Cuanto más se discuten las opiniones de Trump en los medios, más se
activan y más fuertes se vuelven, tanto en la mente de los conservadores más
duros como en la mente de los progresistas moderados.
Esto es cierto aunque se ataquen los puntos de vista de Trump. La razón estriba
en que negar un marco activa ese marco, como ya apunté en el libro Don’t Think
of an Elephant! [No pienses en un elefante, Editorial Complutense, Madrid,
2007]. No importa que estés promoviendo a Trump o atacando a Trump, estás
ayudando a Trump.
Un buen ejemplo de que Trump se gana a los biconceptuales progresistas incluye
a ciertos trabajadores sindicados. Muchos afiliados a sindicatos son padres
estrictos en casa o en su vida privada. Creen en los “valores familiares
tradicionales” — un término del código conservador — y pueden identificarse con
los vencedores.
¿Por qué ha ido ganando Trump en las primarias republicanas?
¡Fijaos en todos los grupos conservadores a los que atrae!
El Partido Demócrata no se ha estado tomando en serio muchas de las razones del
apoyo a Trump y del alcance de ese apoyo. Y los medios no han estado
discutiendo muchas de las razones del apoyo a Trump. Eso tiene que cambiar.
George Lakoff, autor de Thinking Points (en colaboración con el Rockridge Institute staff) y de Whose Freedom? Es Profesor Richard and Rhoda Goldman de Ciencia Cognitiva y Linguística en la Universidad de California, Berkeley y, en el marco de su reciente activismo político antineocon, fundador e investigador senior del Rockridge Institute.
Fuente: Social Europe Journal, 7 de marzo de 2016
Traducción: Lucas Antón